Cuando apreciamos una obra de arte (por ejemplo, una fotografía) podemos observar dos componentes.
Por un lado un mensaje más superficial (no por banal, sino por ser más fácil de ver) que lo podemos describir con palabras. Es lo que el autor deliberadamente nos quiere transmitir, y puede no ser del todo sincero (cuantas fotos hemos visto que sólo fueron hechas para que le guste al jurado).
Pero también hay un mensaje a un nivel más profundo, que al autor involuntariamente se le escurre en la obra y, necesariamente tiene que ser honesto. Tiene que ver con las emociones y no se puede poner en palabras.
Como dijo Isadora Duncan: “Si yo pudiera explicarle a usted de qué se trata, no tendría sentido que lo bailase”… O que hiciese fotografía…