Una vez, mientras buscaba fotos para mi muestra “Desamparos“, me acerqué a la estación de trenes del barrio de mi infancia, entre cuyos galpones armábamos una improvisada cancha de fútbol.
No encontré mi estación de trenes.
Encontré unas familias rodeadas de una inmensidad de cartones y basura, reunidos alrededor del fuego que salía de una inmensa lata.
Pensé que debía acercarme a ellos, hablar, compartir un rato y quizás hacerles algunas fotos.
Quería saber qué pensaban, qué sentían, qué era la vida para ellos.
Quería contar al mundo que mi estación de trenes era el refugio de desafortunados, de marginados, de gente olvidada por “el sistema”. No pude.
Me fui en silencio.