En una ocasión, mientras le realizaba un retoque digital a una fotografía analógica (si pudiera ser eso posible), me puse a pensar si realmente puede quedar alguna huella del objeto original en la imagen que estaba trabajando, ya que, en cierto modo, se trataba de la foto de una foto de una foto.
Siempre pensé mi flujo de trabajo como un proceso en el que, partiendo de una escena inicial, obtengo por un lado una fotografía en papel, y, por otro, un archivo con una copia digital de la misma. La obra original en gelatina de plata salida del cuarto oscuro. El archivo para obtener reproducciones en formato digital.
Pero esta vez se me ocurrió ver el mismo proceso como tres etapas separadas, como si se tratase de tres fotografías diferentes.
La foto
En primer lugar está la sesión de toma. Disponer la escenografía, ubicar las luces, preparar el equipo. Con una cámara fotográfica, se abre el obturador para dejar pasar los rayos de luz que forman la imagen en la película. Luego del revelado tenemos los negativos, registro más o menos fiel de aquella escena. A través de las diferentes densidades de la emulsión podemos apreciar cierto nivel de detalle, luces, sombras, texturas.
La foto de la foto
La segunda etapa transcurre en el cuarto oscuro. Allí, insertamos el negativo en la ampliadora para hacer la copia en papel. Pero este proceso no es ni más ni menos que sacarle una foto al negativo. Todo el laboratorio es la cámara oscura. La escena ya no es aquella situación original, sino un trozo de celuloide con ciertas acumulaciones de plata metálica oxidada, iluminado por una lámpara incandescente que, cuando se enciende, los rayos de luz forman la imagen en el papel. Luego del revelado obtenemos una fotografía más o menos fiel, no de la escena original, sino de aquellas acumulaciones de plata en la superficie de la película. Si miramos detenidamente podemos apreciar cierto nivel de detalle, los granos de plata con sus diferentes densidades.
La foto de la foto de la foto
La fotografía impresa la convierto a su versión digital usando un escáner. Que, nuevamente, no deja de ser un proceso fotográfico independiente. El mismo dispositivo emite los rayos de luz que se reflejan en la superficie de la hoja de papel y son captados por el sensor, reconstruyendo una imagen más o menos fiel, no de la escena original, ni del negativo, sino de aquellas diferentes densidades de plata metálica depositadas en la emulsión del papel fotográfico. Podemos apreciar cierto nivel de detalle, los diferentes valores de gris de los píxeles, representando el dibujo de aquella imagen.
Mientras retocaba esta imagen en la computadora pensaba si realmente puede quedar alguna huella de aquella escena dispuesta antes de la toma, cuando, en realidad, yo estaba solamente editando una fotografía digital tomada a una imagen impresa sobre un trozo de papel fotográfico.
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