Las nueve musas
Shema
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No es que no haya quien te escuche, lo cierto es que tú no quieres hablar
Anónimo

Cuando se es niño el mundo es un universo, no existen límites, tiempo, terrores, todo es eternidad, a causa de ello, el cuerpo no tiene una separación con las emociones, sensaciones, espiritualidad, razón ni sexualidad, todos los lenguajes dialogan en el interior, por ello el instinto siempre nos salva y nos alivia al permitirnos llorar ante todo aquello que nos  hace daño física, emocional y espiritualmente, por ello, en un gran  porcentaje de casos los niños se recuperan fácilmente de un golpe o una enfermedad, y cuando no es así en muchas ocasiones es porque los lenguajes que nos conforman han sido separados o violentados.

Niño
Cuando se es niño el mundo es un universo

En la historia del Hombre occidental particularmente las enfermedades son referidas al mal funcionamiento físico de los órganos y sistemas, por lo que la medicina se enfoca en adormecer o sanar los malestares físicos, a diferencia la medicina oriental o prehispánica basada en sus tradiciones ancestrales reconoce a las enfermedades del cuerpo como un  grito del espíritu o del alma, la cual nos dice y exige  resolvamos cada uno de los conflictos que nos pesan en nuestro interior inconscientemente.

Reconozcamos, es más fácil aliviar un dolor físico que solucionar un dolor emocional-espiritual, en consecuencia  muchas enfermedades tienen su centro en el dolor espiritual.

¿Cuántas veces después de tener una discusión, dolor, traición comienza a dolernos alguna parte del cuerpo? ¿Acaso nuestro dolor emocional no se manifiesta en  el cuerpo?

Conforme mis estudios y experiencia personales como laborales he ido observando la corporalidad de víctimas de maltrato físico-psicológico, mujeres violadas, hombres, mujeres abandonados y he percibido como su cuerpo comienza a deteriorarse y a sufrir enfermedades, así como contrariamente un cuerpo  amado, espiritual, emocional y sexualmente refleja fortaleza, erguidez y salud.

Hace algunos años mi mejor amigo murió de cáncer, siendo un hombre sano, bailarín, vegetariano, sin ningún vicio que fuese el punto de enfermedad, un  hombre espiritual, enamorado de la vida y de su pareja quien era el fundamento en su día a día, su pareja era el reflejo de la perfección  en su vida, pero, después de diez años de relación ella lo abandonó, él aceptó socialmente ésta perdida pero en su interior el dolor, el enojo, se convirtieron lentamente en un cáncer que terminó con su vida a los pocos meses, antes de morir, me dijo, “nunca permitas que el dolor se apodere de tu cuerpo, y silencie  la diversidad de tus lenguajes”, fue así como mi estudio sobre la corporalidad tuvo un sentido más claro, el cuerpo se enferma como manifestación  física del grito del espíritu y del alma.

Aquí es preciso aclarar que el espíritu se enferma cuando la relación con nuestro interior, Dios o alguna creencia se ven afectadas y nuestra alma se adolece cuando nuestra relación con los otros está fracturada.

Es por ello que parte fundamental de la esencia de las religiones es enseñar al ser humano a escucharse, de ahí que para las cinco grandes religiones, particularmente para las religiones de Abraham (Judaísmo, Cristianismo e Islam) sea la escucha de la palabra lo que salvará al ser humano, Shema Israel, dice el Antiguo Testamento,  y Jesús es la Palabra, el logos, que salvará a la humanidad al ser escuchado, por ello la confesión ante un cura, quien sana el alma al escuchar a la persona. Por ello, la importancia del Silencio de Dios, como lugar espiritual: se necesita el silencio de Dios para escucharnos a nosotros mismos y a los demás.

En esta parte es importante reconocer que la escucha no debe fundamentarse en la palabra nacida de los labios que emite un sonido, sino de cada una de las palabras  expresadas por  nuestros cinco sentidos  teniendo  como punto de encuentro y salida nuestro  el corazón.

Si dedicamos un minuto a cada uno de nuestros sentidos reconoceremos el vocabulario particular manifestado en el tacto, en la mirada, al escuchar, al hablar, al oler.

Es en el reconocimiento de las emociones, sensación, instintos, razón y espiritualidad dentro de cada uno de estos sentidos lo que nos hará sanarnos, darle voz a nuestros lenguajes y escucharlos con nuestro Yo abierto a abrazarnos sin juicios, nos llevará a perdonarnos, aclarando,  no se habla de un perdón comprendido como aquél  otorgado por la culpa, sino ese perdón que tiene como misión eliminar de nosotros odios, rencores, molestias, dolor.

El verdadero perdón espiritual descrito en  la esencia de las religiones es el  otorgado a uno mismo no el que soberbiamente nos hace creer que la paz espiritual del otro depende de nosotros.

Las religiones en su esencia pura, lejos de dogmas y doctrinas son una guía para reencontrarnos con el Dios de nuestro interior.

El libro del Génesis, en su idioma original nos dice: el ser humano fue creado Sélem-Demut, es decir, a estatua y semejanza de Dios, no habla de imagen, sino de esa estatua que representará fielmente los aspectos de Dios a quien la vea y a semejanza de todo lo creado, porque en la antigüedad Dios era entendido  como un todo, la naturaleza, los animales, los minerales, Dios, era todo. Y en este entendimiento de la divinidad como un todo se nos enseña que comprender el lenguaje de la naturaleza nos llevará a comprendernos y a recibirlo como una lección de sabiduría todo lo que se va revelando en nuestro interior.

Talmud
Talmud

El Talmud, señala: “cada amanecer es distinto para que el ser humano comprenda que nada le pertenece, que cada paso depende de la fortaleza de la pierna que queda atrás para entender que no existe presente ni futuro si no se valora el pasado”.

Las lenguas semitas se trazan de derecha a izquierda para  siempre  recordar de donde se viene y que cada acto tiene una razón de ser que llenará de historias el futuro.

El Hombre es la enfermedad del Hombre, y no sólo porque éste sea el que mata a sus semejantes tanto física como emocionalmente, sino porque sus actitudes, la falta de conocimiento y escucha de sí lo llevan a provocarse enfermedades.

El hombre y la mujer debe aprender a hacerse responsables de sus actos no culpar a Dios y a un tercero, en la aceptación de los actos comienza la escucha y de ahí vendrá un diálogo interior con cada uno de nuestros lenguajes y con  cada uno de nuestros sentidos. El diálogo interior nos llevará a saber y luchar por nuestros sueños a no conformarnos con el bienestar económico, a soltar miedos, prejuicios, juicios, posturas sociales,  a dejar de competir y a disfrutar como cuando éramos niños gozando del misterio de la vida.

«y Seáis como niños porque de ellos será el Reino de los Cielos», si porque el Reino de los cielos es la paz espiritual, hogar de la paz y armonía  física y social.

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Martha Leticia Martínez de León

Martha Leticia Martínez de León

Hermeneuta en Libros Sagrados y Lenguas Antiguas.

Maestra en Ciencias Bíblicas y Hebreo Antiguo. Maestrante en Estudios Judaicos por la Universidad Hebraica. Licenciada en Ciencias Religiosas por la Universidad Pontificia de México. Especialidad en islam por la Universidad de Al Azhar de El Cairo, Egipto.

Especialidad en el Pensamiento del Papa Francisco y el Libro del Apocalipsis por el Boston College.

Especialidad en Música Contemporánea (Piano-guitarra).

Generación XXXII de la Sociedad de Escritores Mexicanos (SOGEM).

Ha publicado treinta y siete libros en México, España, Estados Unidos e Italia en diversos géneros literarios y teológicos.

Conferencista a nivel internacional.

Creó y desarrolla la teología del Silencio y de la Carne la cual entrelaza con la investigación mística, científica y musical bajo el nombre de “Lectura gemátrica, pitagórica y cuántica del Séfer Bereshit 1-3 -Hashem se revela a través del Big Bang-

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