Mi camino en la fotografía lo comienzo con el formato rectangular típico de 35mm.
Pero como yo no entiendo por qué debo limitarme a las proporciones determinadas por el fabricante de la cámara (y no me vengan con argumentos a favor de un formato ideal, porque siempre hay varios en el mercado: 3:2, 4:3, 16:9, etc.), cada foto la hago con las medidas que considero más adecuadas a su composición.
Sin embargo, por alguna peculiar razón, el formato cuadrado no figuraba en mi reportorio. Pero ojo, no tengo nada en contra de este formato.
Siempre vi fotos en diferentes medios a las que el marco cuadrado le encaja perfectamente.
Sólo que cuando en una ocasión hice una foto con proporciones bastante cercanas a un cuadrado, la vi tan extraña que tuve la necesidad de hacerle un artilugio con el marco para que pareciera más rectangular.
Pero un día, cayó en mis manos una cámara de 6×6. Sí, de formato cuadrado. Más allá de la obvia comodidad de no necesitar girar la cámara al encuadrar, con ella aprendí a conocer, utilizar, componer y hasta querer el formato cuadrado.
Hoy, que vuelvo a utilizar una cámara de formato rectangular, sigo haciendo cada foto con las medidas que considero más adecuadas a su composición, incluso cuadradas…
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