El trece de diciembre se aproxima.
Santa Lucía patrona de los que no pueden ver, y con ella, como es de costumbre, un novenario de intensas nieblas lo invade todo.
La ciudad que habito está cercada por dos ríos: el río Miño, el padre de todos los ríos de Galicia y su pequeño afluente el río Rato. Más bien un pequeño regato que circunda por el Este de la ciudad y crea un entorno de ensueño.
Esto ayuda a que a no más de cinco metros sólo se vea un abismo gris, que si te lo quedas mirando fijamente, empieza a dar vueltas hasta que te caes mareado.
Es un gran momento para coger la cámara para realizar fotos.
Sí, sé que esto no lo diría el noventa y nueve por ciento de las personas que hacen fotos. Sé que la mayoría prefiere días espléndidos de sol donde todo está debidamente iluminado y sé que los momentos alegres y con sombras más o menos marcadas son las preferidas.
Pero yo ya comenté en otra ocasión que soy raro. Soy muy raro y me encuentro más a gusto con un día de niebla densa o de lluvia intensa que con un día de esplendoroso sol.
Supongo que serán mis genes galaicos, acostumbrados a brumas, vientos y lluvias.
Aunque también creo que eso del mal tiempo en Galicia es sólo un tópico que se repite desde hace mucho tiempo.
Es verdad que la frecuencia con que vemos el sol no es la misma que en el resto del estado; también es verdad que algunos años nos pasamos meses sin ver su disco radiante, pero también es cierto que su aparición es menos abrasadora que en otros lares y también es verdad que nuestras lluvias son más “mainas” que las torrenciales de otro sitios.
Aunque también el sol es un acompañante que se estima y desea desde tiempos ancestros. “No da lucido el sol” dice mi mujer ahora mismo, o “Máis vale o que deixa o sol que o que cria a auga” decían mis abuelos.
El Poeta, Manuel María, buen amigo, dedicaba un libro entero al Río Miño y a la niebla: “O Miño, canle de luz e néboa” (Miño canal de Luz y niebla) en el que escribía: “Esta néboa que nace no corazón do río e sube ao azul como unha oferenda…”
Qué gran conversador era Manuel.
Tengo pasado escuchándolo detrás de un vaso de vino horas y horas sin cansarme de escucharle.
Sus historias, en primera persona, de su relación personal con los escritores más insignes de la literatura gallega contemporánea, nombremos a Otero Pedrayo, Álvaro Cunqueiro, Celso Emilio Ferreiro… me dejaban fascinado. La descripción de los lugares que narraba Uxío Novoneyra del Courel, la mesa camilla de Ramón Piñeiro, su relación con Luis Pimentel o Anxel Fole y las tertulias del Méndez Núñez… todo era para mí novedad e historia viva.
Horas y horas, sin cansarme, me pasaba escuchando a Manuel
Y aquellos paseos por Terras de Lemos después de cerrar su librería, apurando el paso para dejar atrás a Saleta y así poder fumar su cigarrillo a escondidas, como si fuera un imberbe de trece años escondiéndose de su madre…
Se murió demasiado joven.
Lo vi por “derradeira” vez en la Feira Franca de Pontevedra, de ahí a su entierro en su amada Santa Isabel de Outeiro de Rei:
“E se lle pido algún ben
Santa Sabel non mo nega.
¡A súa ermida irei tamén
Antes de facer a sega!
(“Y si le pido algún bien/ Santa Isabel no me lo niega/ ¡A su ermita iré también/ antes de hacer la siega!”)
La ermita de Santa Isabel se encuentra en un paraje soberbio; a un kilómetro escaso de la casa petrucial de Manuel, hoy su Casa Museo, rodeada de robles, castaños y abedules. Le acompaña un Río Miño joven todavía, ancho y manso, salpicado de rocas desgastadas por el tiempo y por algas verdes y limosas.
En el entorno del río, con el buen tiempo de los meses de julio y agosto, se juntan las familias de los alrededores de A Terra Chá y de incluso la ciudad de Lugo para sofocar el calor del verano.
Estaba hablando de otra santa, Santa Lucia. Estaba aseverando cómo la niebla es un bien muy preciado cuando deseas hacer fotos diferentes. Y aclaro que es el paño perfecto que te permite aislar el objeto del entorno que deseas retratar. Es el motor que genera la atmósfera que te permite dar ese halo de misterio a la escena y es una herramienta maravillosa que te permite construir imágenes abstractas y creativas.
Me gusta la niebla y me gusta el agua para hacer fotos, pero si puedo elegir me quedo con la primera.
Supongo que es mi condición de miope la que me hace sentirme a gusto con esas familiares imágenes difuminadas e imperfectas y me permiten desenvolverme en ella con soltura incluso en la carretera.
Traducciones:
Mainas: Apacibles, suaves
Derradeira: Que remata definitivamente una serie.
Petrucial: Casa de los ancestros