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El público del Liceo y su evolución social en la conmemoración 175º aniversario

El siglo XIX

El Gran Teatro del Liceo ha sido, desde hace mucho tiempo, motivo de orgullo para los catalanes y un símbolo de su identidad nacional. El Liceo es un teatro que ha sido financiado por la iniciativa privada la mayor parte de su historia y no fue hasta las últimas dos décadas del siglo XX y lo que va del siglo XXI, que las instituciones públicas colaboraron en su sostenimiento de una manera franca y decidida.

Convento de Nuestra Señora de la Buenanueva
Convento de Nuestra Señora de la Buenanueva de los trinitarios descalzos, sobre cuyo solar se levantó el teatro del Liceo

Ha sido considerado siempre como el recinto por excelencia de la burguesía catalana ilustrada y culta que tanto define su fuerte sentido nacionalista:

Nació (…) desmedido. Tanto, que sus beneméritos constructores tuvieron que apelar a mil argucias de tipo económico para salirse con la suya. De Sociedad de aficionados albergada en un ex convento, pasó el Liceo a ser propietario de una sala de espectáculos capaz para 3500 espectadores, y que en punto a dimensiones y grandiosidad rivalizaba con las más famosas de la ópera, de París; del San Carlos, de Nápoles; del Scala, de Milán; del Real, de Madrid.[1]

Tenemos que tener en cuenta que hace dos siglos la ópera y el teatro del Liceo eran un mundo completamente distinto a lo que concebimos ahora, como podemos comprobar en una descripción de las Ramblas barcelonesas de la época:

… Barcelona no había superado aún su etapa lugareña. A escasos metros de la puerta del flamante teatro, paraban los hortelanos. El llano de la Boquería era un mercado bullicioso, una encrucijada de caminos rurales. La Rambla aparecía todavía limitada por tapias de edificios religiosos, a cuyos pies discurría el cauce de la primitiva riera…[2]

 Es en medio de este paisaje donde aparece un teatro de ópera, cuya fachada siempre ha sido modesta, pero que contiene una dignidad que durante mucho tiempo y, sobre todo por los no allegados, fue considerada soberbia.

Gran Teatro del Liceo
Gran Teatro del Liceo – De Josep Renalias – Trabajo propio, CC BY-SA 3.0,

La vida social del teatro tenía un peso mayor que el artístico. La sala no se oscurecía, la gente podía salir y entrar a su antojo, la vida de los palcos y los antepalcos podía incluir muchas actividades económicas, laborales, de negocios o incluso clandestinas e inmorales, que definían un tipo de sociedad y una manera de vivir, con una doble moral flagrante.

La programación era ecléctica y no obedecía a los cánones que consideramos imponderables ahora:

Al día siguiente de una función operística del mayor rumbo, se colgaban en el escenario los trapecios de unos volantineros. Cuando no se celebraban rifas de pavos y turrones. La empresa daba funciones llamadas ‘ómnibus’ por la cantidad de programa, que se veían asistidas por un público vocinglero que permanecía con la gorra puesta y golpeaba el suelo con bastones. El humo del tabaco había deslucido la pintura y ennegrecido los dorados. Paralelamente surgían disidencias entre los accionistas y en el escenario no se vislumbraba autoridad capaz de imponer el orden de los actuantes[3].

 Tuvo que pasar una generación más para que el teatro obtuviera su respeto artístico, pero este teatro inicial, ruidoso, tumultuoso y despreocupado, fue el que le tocó a los espectadores que esperaban expectantes el cambio de siglo.

El gusto musical de la época podemos deducirlo por los comentarios recabados por el historiador musical José Subirá en su artículo El bellinismo en la Barcelona pretérita, que nos da una idea de la percepción del trabajo de los tres compositores considerados como pilares del bel canto: Gioachino Rossini (1792-1868), Gaetano Donizetti (1797-1848) y Vincenzo Bellini (1801-1835), porque el Liceo de la época era una teatro eminentemente italiano, aunque se interesara por el mundo wagneriano.

Gran Teatro del Liceo
Manual del autoestopista.com, CC BY-SA 3.0 ES, via Wikimedia Commons

He aquí un resumen de lo que dijo el Diario de Barcelona con respecto a las óperas bellinianas. Según Fargas y Soler, Norma, sin ser la ópera más correcta de su autor, era una de las obras de arte mejores y más sublimes, aunque a Bellini le faltaba la inspiración de un Rossini y la facundia de un Donizetti, y se distinguía de ambos por la exquisita sensibilidad. Y en otra ocasión escribió que Norma era una frondosa hoja del ya largo laurel de Bellini y un florón importante de su carrera artística…mostró al artista anheloso de ser original e innovador en la expresión de los conceptos, y a nadie cantó como es aquí de un modo más verdadero el amor ardiente y puro, el dolor la melancolía, los profundos padecimientos del corazón, la ilusión y el embeleso de aquellos corazones celestiales[4].

Con esto podemos comprobar que el gusto por una manera de cantar o un repertorio ha cambiado, como es lógico, a través de los siglos y sobre todo debido a los cambios en la técnica vocal y en la innovación de la escritura para la voz.  Luís Millet nos describe el entorno artístico de la época:

El ambiente musical que reinaba en Barcelona era de un romanticismo manso. Las fantasías de ópera estaban a la orden del día (…) Tocar al piano la sinfonía de Guillermo Tell era la cima de la gloria del pianista corriente. Gounod tenía embobados a sabios y profanos. Meyerbeer era el genio aplastante. Después de los Hugonotes no se podía intentar nada más apabullante.[5]

En esta época la temporada del Gran Teatro del Liceo se efectúa con la participación de diferentes compañías nacionales y extranjeras que se presentaban en periodos alternados en el teatro. Los empresarios trataban de contentar a sus abonados, a sus artistas y a todo el público, misión ingrata y no siempre posible.

En 1861 se produce el primer incendio que ha sufrido el edificio en sus 175 años de historia. Hecho ocurrido por un accidente en el departamento de vestuario y que hizo que se consumieran el escenario, los camerinos y la sala del teatro, sin haber llegado las dependencias de los propietarios, exactamente igual que en el segundo incendio, por lo cual podemos deducir que esta manera de arder se debe a la estructura primigenia del edificio.

Su reconstrucción es casi milagrosa, se llevó a cabo en un año y estuvo financiada por los propios propietarios, sin ayuda del gobierno central, la corona o institución alguna. A partir de ese momento se dejó de relacionar este teatro con la reina Isabel II y se consideró netamente burgués.

¿Quiénes fueron las primeras estrellas del Liceo en el siglo XIX? Giovanna Rossi-Caccia, Fanny Salvini-Donatelli o Enrico Tamberlik, son nombres que nos parecen muy desconocidos en nuestros días, pero que en su momento tuvieron un lugar importante en la ópera internacional, sin embargo, Mariano Obiols merece un trato aparte, ya que su trabajo fue la base de la actividad barcelonesa por varios años.

Marià Obiols i Tramullas
Marià Obiols i Tramullas

El director de orquesta, compositor, violinista y profesor Mariano Obiols (1809-1888), fue testigo de casi todo el siglo. Alumno de Severio Mercadante (1795-1870) en Italia, donde realizó sus estudios musicales profesionales, regresa a Barcelona para ser profesor del conservatorio del Liceo y después director de la ópera del Liceo Filarmónico Dramático, que en 1847 estaría estrenando el Gran Teatro del Liceo en su sede actual, cargo que ejerció durante catorce años, dirigiendo más de un centenar de funciones. Estrenó una ópera en ese teatro de su autoría, con gran éxito, Edita de Belcourt en 1874, que pertenecía más a la escuela francesa que a la italiana, según los críticos de la época.

Tuvo una gran influencia en la actividad musical de la capital catalana decimonónica. Fue el primero en proponer conciertos instrumentales en el teatro, así como recitales de música vocal en la línea de la música de cámara. Los métodos de enseñanza de solfeo y piano fueron básicos en la enseñanza del Conservatorio del Liceo durante mucho tiempo. Por todo ello fue homenajeado en vida y considerado como uno de los compositores más importantes de Cataluña en el siglo XIX.

Un teatro donde la vida incluía a la ópera y no se centraba en ella, donde los bailes de máscaras, las actividades y el contacto social eran esenciales. Un teatro donde la voz humana era lo más valioso, la ópera de nueva composición se valoraba más que la de repertorio, cuando los cantantes cantaban en el idioma que escogieran y había las grandes tertulias sobre ópera en la Rambla de Canaletas.

Un mundo que nos llega a través de los archivos como las estrellas: la luz de un mundo que ya no existe, pero sigue brillando.

[1] Sempronio. Celebración del centenario del Gran Teatro del Liceo. 1947. Álbums de recortes de prensa. MAE-Centre de documentació de arts escèniques. Institut del Teatre de Barcelona.

[2] Sempronio. Celebración del centenario del Gran Teatro del Liceo. 1947. Álbums de recortes de prensa. MAE-Centre de documentació de arts escèniques. Institut del Teatre de Barcelona.

[3] Ibid.

[4] Subirá, José. El bellinismo en la Barcelona pretérita. Recorte de prensa en álbum de aficionado, sin nombre de publicación. Miércoles 29 de octubre 1969. MAE- Centro de documentación de las artes escénicas. Institut del Teatre de Barcelona.

[5] Millet, Lluís. Evocacions musicals de la Barcelona Vuitcentista. Recorte de prensa. MAE- Centro de documentación de las artes escénicas. Institut del Teatre de Barcelona, archivo de Prensa.

Enid Negrete - Ópera

Enid Negrete

Enid Negrete se ha formado profesionalmente tanto en el medio musical como en el ámbito teatral. Es Doctora en Artes Escénicas por la Universidad Autónoma de Barcelona. Reside en esta ciudad desde hace quince años, donde ha trabajado como productora y directora de escena de teatro y ópera, así como especialista en archivos operísticos, crítico, profesora y articulista.

Como investigadora fue la primera en estudiar los archivos históricos de los dos teatros más importantes de ópera de España: El teatro Real de Madrid (actualmente consultable en el Institut del Teatre) y el Archivo histórico de la Sociedad del Gran Teatro del Liceo de Barcelona (en proceso de digitalización por la UAB). De 2013 a 2016 fue investigadora invitada del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información “Carlos Chávez” del Instituto Nacional de Bellas Artes de México, donde realizó el diseño de la primera línea de investigación de la ópera en México.

Desde el año 2006 ha colaborado en diferentes publicaciones especializadas en ópera, música clásica y artes escénicas, tales como Ópera Actual, Opus Musica, La onda, Revista ADE de la Asociación de Directores de Escena de España, Heterofonía y Recomana.cat.

Actualmente es la presidenta de la Fundación Arte contra Violencia dedicada a apoyar a los artistas de escasos recursos, dar formación profesional y difundir el arte mexicano en Cataluña.

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