Los individuos que han renunciado al conocimiento tradicional de su cultura de procedencia muy a menudo se comportan de una manera análoga a las células tumorosas. Incapaces de valerse por sí mismo. Recurren al parasitismo
En este momento de la existencia en donde la vida enfrenta una situación que pareciera sacada de la historia medieval, o de obras literarias como el Decamerón de Bocaccio, Los novios de Alessandro Manzoni, La máscara de la muerte roja de Allan Poe, La montaña mágica de Thomas Mann, El húsar en el tejado de Jean Giono, La peste de Camus o Ensayo sobre la ceguera de Saramago.
Menciono estás obras no porque se hable de epidemias, las cuales parecieran a primera vista ser el tema central, sino porque en realidad, la tónica de cada una es el comportamiento de la sociedad, la cual con el paso de los días convierte su respuesta ante las circunstancias en una epidemia peor que la enfermedad. ¿Por qué se dice “peor”?, la razón es sencilla, una epidemia pasa, con el tiempo se encuentra la cura y el propio cuerpo se amolda y se hace resistente, se relaciona con la enfermedad. En cambio, lo construido desde el corazón del ser humano, fractura a una sociedad, endureciéndola y cegando su corazón.
Las crisis se presentan para fortalecer al ser humano, para que caiga y se levante con más entereza y humildad, porque ahora tiene presente el significado de caer y porque la caída lo posiciona en un lugar en donde todo ser humano ha estado, sin embargo, la mayoría ve cada caída con desprecio y evita sentirla y a cualquier precio cubrir su mal llamada humillación, a través de someter, pisar o burlarse del otro. Por ello, Thomas Mann en la “Montaña mágica”, deja escrito, un alma sin cuerpo es tan inhumana y espantosa como un cuerpo sin alma. Por cierto, lo primero es una rara excepción y lo segundo es el pan nuestro de cada día. Al analizar esta frase es realmente terrible su profundidad, al saber que el Hombre va viviendo sin alma y sin saber realmente porqué o para qué.
Somos o pretendemos ser una sociedad moderna, en donde la tecnología facilita la vida, pero también segrega la existencia. Irónicamente nos acerca a lugares distantes, pero nos aleja de lo cercano, de lo más íntimo que somos nosotros mismos, de conceptos como el amor, la amistad, la reflexión, el silencio y sobre todo nos aleja del respeto a la Muerte fundamento del sentido de la Vida.
La epidemia que se ha presentado en este año, modificó nuestra cotidianidad, llegó a irrumpir nuestra rutina y nos condujo al encierro. De repente, lo que estaba expandido se contrajo, de una manera contraria a la creación del universo, como una forma de comprender, que en ocasiones debemos parar, sustraernos y no hacer nada, porque ahora el universo, D/os, la creación, la eternidad, están trabajando, como está descrito, no sólo en el Séfer Bereshit, sino en el poema de la creación “Enuma Elish”, en el “Poema de Ataharsis”, en el Sagrado Corán y en el Bhagavad-gita. Hemos vivido demasiado a prisa ignorando todo nuestro rededor, no sólo la creación y los seres vivos, sino a nuestra familia y nos hemos ignorado a nosotros mismos, dejando de ser para complacer a los demás.
La epidemia pareció dar de repente el “Bang”, se expandió por todo el mundo, mostrándonos nuestra finitud, pero sobre todo nos dejó ver que ninguna arma por más poderosa que sea puede defendernos de lo diminuto e invisible, ha mostrado que las riquezas no pueden comprar a la muerte y que todos los sueños abandonados para obtener prestigio, dinero, fama, no sirve cuando la eternidad decide tomar el propio tiempo para expandirse.
Estar contraídos, encerrados, ha visualizado el daño que hemos hecho a la naturaleza, las mil formas en las cuales la destruimos cada día, y como sin nosotros en el exterior, renació, floreció y los animales comenzaron a disfrutar del mundo, de sus instintos, se fortalecieron y se sintieron libres no sólo porque podían salir y expandir sus travesías sino porque no tenían miedo.
- Boccaccio, Giovanni (Autor)
Y entonces se comprendió que la verdadera libertad no tiene miedo. Sin embargo, al mismo tiempo, llega la pregunta, dándole sentido al libre albedrío, -porque al cuestionarnos entramos en nosotros mismos, creciendo en todos nuestros lenguajes-. ¿Por qué un ser vivo nos tiene miedo? ¿Quiénes somos, en qué nos hemos convertido?
Paralelamente a esta realidad se mostraron otras, así, mientras la naturaleza se liberaba del miedo, este terror se creaba dentro de las casas, hombres golpeando y asesinando a sus esposas, madres, abuelas; mujeres golpeando niños, hijos maltratando padres, abuelos, tanto que el gobierno, por lo menos en México, creo líneas especiales para llamadas de emergencia, tanto que en diversas partes del mundo se crearon señales para pedir auxilio por redes sociales. El encierro ha dejado percibir una sociedad que construye familias porque así lo implica la tradición, no porque se anhele, se develaron matrimonios que se toleran porque se ven al despertar y después hasta el anochecer, se mostraron padres que no saben convivir con sus hijos horas extras.
El encierro mostró y sigue mostrando nuestra incapacidad de convivir con lo cercano, siendo el principal nosotros mismos, por ello, nos humillamos y humillamos a otros a través de aplicaciones, por eso construimos mundos y realidades falsas en las redes sociales, la cuales enseñan que entre más se miente más carentes de nosotros mismos estamos. ¿Qué sentido tiene presentarte ante el otro desde lo que no se es?, ¿qué sentido tiene “conocer” a alguien quien tampoco muestra su realidad? ¿Cuál es el valor de sepultar lo que somos para adolecernos mientras presumimos lo inexistente? Este encierro ha mostrado lo alejado que estamos, no de la realidad sino de la VERDAD.
Pero, ¿cuál es esta verdad?, los Libros Sagrados lo resumen en dos palabras, la Verdad es la Muerte, el principio de todo, la Eternidad.
- Poe, Edgar Allan (Autor)
La vida, germina sobre la existencia para aprender, fructificar y morir en paz, después de conocer, abastecer, preguntar, dudar, caer, explorar, de expandirnos cada día al embellecernos de sabiduría, acrecentando nuestras diferencias para hacer semejanzas. Por ello, en los Vedas se enfatiza el vivir el ahora, porque cuando se vive cada día expandiéndose, el momento de la muerte será el correcto, sin hubieras. Por esta razón, la Vida se consagra y la Muerte se santifica, sin embargo, la muerte ha sido y esta siendo prostituida.
La Muerte se santifica porque es donde todas las palabras de la persona fallecida se vuelven Silencio para ser escuchadas por los vivos, por eso, la sabiduría de ese minuto de Silencio, para escuchar lo que la persona al expandirse en el universo susurra a nuestro corazón. Es un momento personal, íntimo, que llega después de un proceso de enfermedad o en ocasiones repentino. La Muerte es un instante donde la Eternidad se mezcla con el Tiempo, donde D/os se hace presente para el creyente o donde la Razón fortalece a todo el cuerpo, como se quiera percibir, sin embargo, ahora, la muerte se ha convertido en un moño negro en redes sociales, en fotos de persona enfermas, entubadas, en ataúdes, en fotos mostrando el cuerpo sin vida de la persona, dañando su proceso de Vida hacia la dignidad de su Muerte.
¿Realmente es necesario mostrar el sufrimiento? ¿Es digno que un hijo muestre el cuerpo sin vida de sus padres? ¿Se está honrando o es una falta de respeto? ¿Por qué está necesidad de que otros se compadezcan? ¿Por qué mostrarme en una cama enfermo… cuál es la razón?
Ante esto, nos encontramos ante la ruptura de tres preceptos de los Libros Sagrados, el honrar a todos los seres humanos principalmente a los padres, el no hacerle al otro lo que no me gustaría que me hicieran a mí y el amar al otro como si fuese yo mismo. Entonces, a partir de estos preceptos, la pregunta es, ¿Cuál es nuestra carencia interior y como seres humanos por que buscamos la morbosidad para acercar al otro?
Compartir el dolor cura, pero desde el respeto, no buscando lastima ni notoriedad sino consuelo.
Konrad Lorenz, menciona en su artículo “Enemistad entre generaciones”, que perder la educación, la tradición y la cultura, destruye a las generaciones, principalmente porque el rechazo no viene de la reflexión y la critica sino porque surge de la rebeldía.
Sabemos que desde el origen de los tiempos las generaciones se rebelan ante los padres o ante preceptos antiguos, y eso es bueno para el crecimiento, sin embargo, existen preceptos, valores, virtudes que no deben abandonarse porque eso lleva a la decadencia. Por ejemplo, antiguamente los ancianos eran valorados, amados por su sabiduría, por su experiencia, de ahí el Consejos de ancianos, no sólo en las religiones, sino también en los gobiernos, como el Francés, (se pedía mínimo 40 años de edad y ser viudo, hay que recordar que en la antigüedad la vida promedio era distinta) porque no existe mayor sabiduría que la otorgada por la vida. En cambio, ahora los ancianos se perciben como un estorbo, se les niega el trabajo, son encerrados en asilos, abandonados, alejados de la sociedad u ocupados para cuidar a los nietos sin que se les valore. Otro ejemplo, es la Iglesia y sus sacerdotes quienes especialmente entre el siglo XIX y principios del XX eran respetados por su conocimiento y porque ofrecían su vida por el otro.
Si leemos la historia, y nos vamos siglos atrás podemos ver que en las grandes pestes fueron los religiosos quienes cuidaron a los enfermos, siendo Sor Juana, como hermana Jerónima, un ejemplo claro del cuidado del otro, le quitaron los libros, pero su sabiduría la llevó a la responsabilidad humana de cuidar a quienes morían a causa de la peste en el México colonial, en contraparte, ahora, los sacerdotes salen en redes sociales mostrando sus lujos, su tranquilidad, los seminaristas, pastores se muestran tomando vino, develando lujos cuando un gran porcentaje de la sociedad no tiene trabajo, se siente asustada, tiene miedo y sobre todo hambre física y espiritual. La pregunta es, ¿no deberían de estar acompañando a un pueblo quien siempre ha estado al cuidado de la Iglesia? Se desgastan expandiendo en redes sociales el término ProVida en sus labios, en sus dogmas, mientras dejan morir espiritualmente a quien sufre soledad, violencia, miedo. ¿Por qué quien dedica su vida a D/os tiene miedo de la muerte? Para quien tiene fe, la muerte lo acerca a D/os disfruta la vida, la existencia, pero se alegra porque sabe que cada día lo acerca más a D/os, de ahí las palabras de Santa Teresa de Jesús “Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero…. / sólo con la confianza vivo de que he de morir/porque muriendo el vivir/me asegura mi esperanza; / muerte do el vivir se alcanza/ no te tardes, que te espero /que muero porque no muero. Para un amante de D/os la Muerte es camino que lleva hacia el Amado, como se describe en los Salmos y en el Cantar de los Cantares.
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En el Tanaj, cada libro de los Profetas menciona el dolor y enojo de D/os al ver la falsedad de los sacerdotes, porque no sienten el clamor y el llanto de mi pueblo, porque mientras el pueblo sufre ellos se visten con lujosa telas y beben en copas de oro.
Claro está que existe un gran porcentaje de sacerdotes que trabajan en silencio, por amor, por coherencia, no para mostrarse en redes sociales. Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha. Lo que se hace de corazón como ofrenda no debe de ser mostrado porque adultera el alma.
Lo antes mencionado no debe de ser tomado como un juicio, es una reflexión que como hermeneuta creo necesaria para poder comprender un poco lo que puede significar la nueva normalidad, porque ¿en qué sentido se nos dice esta frase?, la nueva normalidad, en el aspecto de limpieza, de cuidados de la salud, de tomar clases a distancia, de protegernos no sólo en higiene sino en cuanto a una mejor alimentación?
Para entender la nueva normalidad, es necesario tener claro el significado de “normalidad”, según la RAE es la cualidad de lo que se ajusta a cierta norma o a características habituales o corrientes sin exceder ni adolecer. Por otra parte, “normalidad” se forma de norma, escuadra, regla; alis, sufijo que indica relación, más el sufijo dad que es cualidad, lo que nos da como significado, la “Cualidad relativa a la regla que establece un modo, una acción o un tamaño”. Entonces, tomando como base sus raíces, se comprende que tener normalidad implica como regla no dañar. La normalidad, en resumen, tiene su origen en cualquier realidad siempre y cuando se respete la dignidad, podríamos unir su significado a la regla de oro trazada en los Libros Sagrados y propuesta por grandes pensadores.
Si profundizamos el término, no debe implicar sólo adaptarse a una nueva forma exterior de convivir, sino a retomar los preceptos que han llevado a las sociedades, familias y a cada ser humano a crecer y evolucionar. La nueva normalidad debe implicar retomar los valores que han fortalecido y dignificado al ser humano: el Trabajo, la Verdad, la Bondad, la Lealtad, La Equidad, la Justicia, la Utopía, la Libertad, El Amor, la Sabiduría, la Comunidad, La Coherencia… porque entender cada concepto desde el interior hará que la normalidad entre en lo “normal”.
Es importante no confundir la normalidad con lo normal, porque lo llamado normal es lo que la costumbre o la rutina nos lleva a tolerar más no a aceptar, en cambio, la normalidad es retomar las bases que nos conducen a construir a partir del Respeto. La normalidad tiene su origen en el principio de los tiempos, lo normal, se origina seis semanas después de que el cerebro se ha adaptado a las circunstancias. Entonces, la normalidad tiene un origen, lo normal se origina del origen.
- Giono, Jean (Autor)
Nos encontramos en un momento en donde se ha perdido el respeto a todo, a la vida, a la muerte, al amor, a la inocencia, al sexo, a lo espiritual, a D/os, a la razón, un momento en donde todo es tan rápido que incluso el lenguaje se resume en “emoticones”, donde mi manera de expresar emociones es tan precaria que se puede abreviar en diversas caritas, negándome y negando la oportunidad de expresión y de ser escuchado.
Cada generación necesita cambios y en sus necesidades aporta nuevos conocimientos de donde todos aprendemos, pero el aprendizaje debe de contemplarse circular, no jerárquico. Si los nuevos conocimientos y avances se entretejen con la sabiduría de los ancianos, las nuevas generaciones crecerían fortalecidos en cada uno de sus lenguajes, haciendo del cuerpo el Templo de D/os, de si mismo y de la otra persona.
Cada uno de los Libros Sagrados resalta está normalidad: El Bhagavad gita, la resalta en cada experiencia y conversación que tiene Arjuna con Krsna, quien continuamente le señala los caminos de la Bondad comenzando con el cuerpo; o en el llamado Evangelio de Buda, en donde se explica que quien no tiene como principio la Verdad tendrá como fin la espera, es decir, el sufrimiento porque se quedará esperando ser lo nunca será mientras ve como desaparece lo que si existió; en la Torá del judaísmo, se le describe a través de los Diez Mandamientos, por medio de esta Alianza insuperable, porque quien se rija a través de ellos, tendrá un caminar digno sin importar cual sea su realidad, en el Nuevo Testamento, al mostrarse el Amor como principio de todo, edifica un camino de respeto y responsabilidad a través del precepto, Ama al otro como si fueses tú mismo, resaltando que este amor del que se habla tiene su raíz en Hubba, en aquello que fructifica, en lo que hace crecer, no en el amor griego que se fundamenta en el placer y en lo instantáneo; y en el Sagrado Corán, la Misericordia retorna la empatía y la equidad, entre otros muchos valores, deberes y responsabilidades.
En este y en cada caminar por los Libros Sagrados se encuentra el principio de la normalidad más allá de si se es creyente o no.
Tener una religión o amar a D/os pertenece al corazón y a la mente de cada ser humano, pero dignificar el sendero de cada hombre y mujer, sin importar la edad, es una responsabilidad humana, la cual pertenece a todos. El haberla dejado en manos de los gobiernos y de la religiosidad (aclaro no dije religión, es diferente) ha sido una terrible equivocación, no sólo por los errores y traiciones, sino porque nos olvidamos de la responsabilidad que tenemos de custodiar la integridad y el cuidado del semejante. Hemos preferimos las leyes que nos otorgan una vida normal, a los mandamientos y preceptos que nos llevan a trabajar por la integridad del otro desde la normalidad.
El recorrido de la vida tiene tres procesos, la Palabra, relacionada con el individuo/genitalidad, donde se busca el placer propio, donde nos pronunciamos para ser reconocidos, para recrearnos con base a nosotros mismos a partir de nuestras necesidades, después viene la Escucha, relacionada con la persona/sexualidad, en donde nos reconocemos en el otro, en donde cambiamos para satisfacer a quien está a nuestro alrededor y después a nosotros, es cuando Palabra del semejante es igual de importante que la propia, por lo que al entrelazarlas la unión entre las personas se fortalece, y luego está el Silencio/ser humano, es el instante en donde reconocemos la perfección y originalidad de cada ser, donde acepto sin tolerar, donde me fortalezco al comprender que cada realidad debe ser custodiada, donde comprendo que yo, mi familia, mi comunidad, mi sociedad, mi país, mi mundo se construye a través de la coherencia y de la responsabilidad que tengo hacia mi y por ende, hacia mi prójimo.
Esto es la Normalidad para los Libros Sagrados, el retornar la Responsabilidad a cada uno de mis lenguajes (corporal, emocional-sentimental, instintivo, sensorial, sexual, racional, espiritual) el no dejarla en otras manos…
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