Hay veces en las que los arqueólogos, nos encontramos con casos como este. Un edificio, una pieza, una pintura… que han cumplido su cometido y han envejecido exactamente igual que lo hacemos todos.
El encanto de las ruinas que proclamaban los “románticos del siglo XIX”. La ruina es bella, exactamente igual que una arruga. Pero a veces, en nuestro intento por mantener aún vivo el espíritu de un lugar hacemos una restauración que, tal vez, no sea la idónea.
No se aun hasta qué punto la restauración es buena para cualquier tipo de obra arqueológica o de arte. ¿No nos cuenta cada roto, cada piedra caída una historia? ¿Por qué devolverlo a su estado original? ¿Y qué pasa cuando no sabemos exactamente cuál fue su aspecto original?
He cogido este monumento porque yo soy de este pueblo, Mazarrón, en Murcia, pero podía haber cogido cualquier otro sobre todo del levante español, ya que sufrieron tanto castillos como torres, iglesias o mansiones el mismo problema. Despoblación, abandono, muerte de los herederos… y el peor destino de todos, la tutela del Ayuntamiento correspondiente.
La Carta del Restauro de 1971, aún vigente en toda Europa especifica claramente que para una restauración de cualquier objeto mueble o inmueble deben darse unas características, a saber: no inventar nada, dejar en blanco cualquier trozo que no se sepa fehacientemente que tenía anteriormente, por otro lado, que la restauración sea claramente diferenciable del original, ya sea usando otros colores en pintura u otro tipo de piedra en el caso que nos ocupa. Como veremos, ninguna de estas dos premisas se han dado aquí, pero podría poner mil ejemplos más. El debate sigue abierto a día de hoy, ¿restauración si o no?. Veamos un ejemplo.

HISTORIA
Hablar del Castillo de los Vélez de Mazarrón es hablar de la historia de un pueblo, un pueblo que surge al abrigo del Castillo y su muralla, que están a su vez íntimamente ligados al oficio de la minería.
Efectivamente, las minas de alumbre de Mazarrón habían sido explotadas desde tiempos de los romanos, pero la zona costera mazarronera durante los siglos XIII y XIV sufrió una brutal despoblación debido al abandono de las minas motivado por las abundantes incursiones de piratas berberiscos que asolaban las costas.
Mazarrón dependía por entonces del Concejo de Lorca y no tenia medios para defenderse, por lo que la población emigró hacia destinos más tranquilos. Todo cambia cuando, en 1462, el Rey Enrique IV de Castilla da al entonces Marques de Villena, Juan Pacheco, la concesión para la explotación de las minas de alumbre de la localidad. Inmediatamente el Marques llega a un acuerdo con el Adelantado Mayor del reino de Murcia, Pedro Fajardo, por el cual compartirían las minas a partes iguales. Esto conlleva la aparición de gente buscando nuevas oportunidades de trabajo, lo que da lugar a un resurgimiento económico y poblacional que origina la aparición de ese primer núcleo de habitantes en torno al cerro que pasó a llamarse Casas de los alumbres de Mazarrón y que más tarde albergará la fortaleza.
El Castillo de los Vélez data de finales del siglo XV y principios del siglo XVI, concretamente se cree que pudo hacerse entre 1491 y 1494, según Franco Silva. El castillo surge con dos intenciones principales: la primera, defensiva, para recibir y organizar la defensa de la población en caso de incursión berberisca, y la segunda la función político-residencial, con la intención de dejar patente el poder del señor sobre sus tierras, sus minas y sus habitantes por la majestuosidad de la construcción.
Tuvo dos momentos constructivos: el primero que hemos señalado, a finales del siglo XV y uno posterior, durante la época dorada del marquesado, el primer tercio del siglo XVI. En este periodo se da la circunstancia de que tanto el Marques de los Vélez como el adelantado del reino, arriendan las minas de alumbre a comerciantes genoveses, dando un impulso económico al pueblo y a estas familias, una de ellas, la de los Vélez, construye a la misma vez su casa/ fortaleza en Mula y el castillo palacio en Vélez Blanco, ambos similares a la fortaleza mazarronera.
A este tipo de arquitectura defensiva también se la ha llamado “arquitectura de las apariencias”, ya que son fortalezas muy impresionantes por fuera y muy austeras en el interior.
La fortaleza primigenia era más defensiva y simple, con una gruesa muralla y antemuralla de un metro de espesor defendiendo el lado más al este, el que da a la costa.
La construcción se realiza en tapial de tierra rojiza mezclada con cal, tierra proveniente de las minas. Al inicio del siglo XVI se interviene en el castillo para dotarlo de la torre, siendo una construcción dotada ya para la defensa y el ataque por artillería, como lo demuestran las aspilleras de orbe o la casamata en el interior del torreón semicircular que según las excavaciones arqueológicas, pertenece también a esta segunda etapa. Estamos pues ante uno de los primeros testimonios en la región de Murcia de una fortificación construida para ser defendida con bocas de fuego.
En los años 70 del siglo XVI se hace un inventario de lo contenido en el castillo donde quedan registrados falconetes, lombardas, arcabuces, tiros, un verso y atacadores. Edward Cooper escribió el mejor estudio realizado sobre el Castillo de Mazarrón, en su libro El acebo y el rey sin fe, donde dice que era una casa de mucho valor con muchos aposentamientos e salas principales e con cuatro descubiertos e patios. Está en el casco urbano mazarronero, sobre un cerro de unos 30 metros de elevación, con vistas privilegiadas al mar y al cerro de San Cristóbal, el más importante núcleo minero de alumbre de la comarca. Tiene una planta rectangular algo irregular, con 90mX35m de anchura y ocupa una superficie de unos 3150 m, divididos en dos recintos, la fortaleza al norte y un recinto inferior al sur. Los muros de la construcción tienen un espesor de un metro aproximadamente, con ventanas y saeteras, y en la parte meridional encontramos la torre semicircular, de 6 metros de diámetro que conserva un alzado de unos 9 metros, asentada sobre la roca del cerro. Su interior estaba dividido en varios niveles y al menos uno de ellos estaba cubierto por una bóveda.
La distribución interna del recinto está condicionada por la orografía del terreno, observándose varias estancias, varias de ellas a dos alturas. Al norte se conserva un canal que recogía las aguas de lluvia y las llevaba a un aljibe. El recinto inferior que hemos mencionado se extiende a lo largo de la ladera pero no puede apreciarse nada de su distribución debido a que en el siglo XIX se abrió, incomprensiblemente una mina en el interior del castillo, y este recinto paso a ser la escombrera.
El castillo continuó con su misión de ser morada de los marqueses de los Vélez y defensa del pueblo hasta 1565, momento en el que Mazarrón deja de ser jurisdicción de Lorca, ya que había crecido y las minas daban más que suficiente para convertir el pequeño asentamiento en un pueblo próspero. Siete años más tarde se le concede el privilegio de Villa de Mazarrón por parte de Felipe II. Esto demuestra que el Castillo no era una residencia temporal de los marqueses, los cuales mandaron colocar en su fachada sur tres escudos, de los cuales solo se conservan dos parcialmente restaurados, el escudo de los Fajardo Chacón y el escudo de doña Mencia de la Cueva, primera esposa del marqués entre 1508 y 1517. Encontramos paralelos entre estos escudos y los conservados en el castillo palacio de Vélez Blanco. Hay un tercer escudo, presumiblemente de la segunda esposa del Marqués, Catalina de Silva.
El alumbre, desgraciadamente, dejó de ser rentable a finales del siglo XVI, por lo que los marqueses comenzaron a desentenderse del Castillo y la Villa gradualmente y la fortaleza cayó en el olvido. Se conserva un escrito del alcalde de la Villa, Antonio García Petrel, que en 1647 increpa al marqués por el abandono en el que se encuentra el Castillo.
Durante estos años del siglo XVII aumentan las quejas ya que aumentan también las incursiones berberiscas en la costa, y los alcaldes se quejan de que no hay municiones o que la puerta de acceso está rota y no pueden guarecerse las mujeres y los niños. Aunque no hay fuentes que nos hablen de la vida en el castillo durante el siglo XVIII es posible que sirviera de morada a los dueños de las minas o representantes de los mismos, ya que se han encontrado restos de cerámica de los siglos XVII y XVIII en las excavaciones anteriores a su restauración (1998-2001).
Ya en 1810 fue usado como cementerio por una epidemia de fiebre amarilla que diezmó la población, y al quedar llenos los suelos de las iglesias de san Andrés y de la Purísima Concepción, se dio permiso para abrir unos nichos en la zona sur del castillo, donde estaría el patio de armas. En 1998, durante las labores de desescombro del castillo, aparecieron nichos en esa pared, sepulturas en la roca y fosas comunes con gran cantidad de almagra y cal. Por si esto fuera poco, en 1882 el ayuntamiento dio permiso a Carlos Francelius Gregorius, natural de San Petersburgo, para que abriera en el patio, un pozo de ventilación para la mina de San Carlos, de su propiedad, lo que destrozo sus ya ruinosas estructuras, a cambio de un canon anual. Los escombros fueron extendidos en la superficie del patio, tapando así el cementerio anteriormente citado.
SITUACIÓN ACTUAL
En la actualidad, se supone que el Castillo de los Vélez de Mazarrón está restaurado. Nada más lejos de la realidad. Simplemente se ha vallado el perímetro, se han reforzado las esquinas e incomprensiblemente se ha convertido el patio de armas del castillo en el auditorio Marquesa de los Vélez, un auditorio inaugurado en 2008 y usado solo una o dos veces que costó la friolera de medio millón de euros.
En la actualidad como se aprecia en las fotos está totalmente abandonado, ya que se vino abajo hace dos años a consecuencia de la mina San Carlos, abierta en su interior. Se ha cerrado también el acceso al castillo, aunque es posible entrar por una ventana, pudiéndose observar el total estado de abandono de la fortaleza. Solamente en los muros que dan al este, al auditorio y al sur, a la costa, se han reparado las ventanas, sin que sea posible advertir la diferencia entre lo restaurado y lo original, y se ha reforzado el muro de la torre así como las esquinas, también sin diferencias, todo ello muy necesario.
Por lo demás, es totalmente una fortaleza en ruinas, con el pozo de la mina aun sin tapiar, a falta de una investigación arqueológica en profundidad y de un aprovechamiento del espacio que sin duda el castillo y el pueblo merecen. En vista de que el auditorio ha sido un fracaso, se podría ajardinar el patio, para disfrute de los vecinos, y con un estudio arqueológico profundo, quizá podrían aprovecharse las estancias al menos de la planta baja, aunque en el interior del castillo se conservan unas escaleras que bajan a un piso inferior, tapado por la mina abierta en el siglo XIX, por lo que supuestamente, habrá un piso inferior, del que nos hablan las crónicas, que mencionan salas para la servidumbre e incluso un pequeño calabozo. Cabe recordar que el Castillo de los Vélez de Mazarrón esta declarado como Bien de interés Cultural desde 1985.
Parece que los marqueses de los Vélez, no pensaron en la posteridad a la hora de edificar sus fortalezas, pues recientemente, el castillo de Mula y su palacio, han sido incluidos en la lista roja de monumentos que deben restaurarse con prontitud por su mal estado, algo que me asombra que no haya sucedido con el castillo de Mazarrón, no restaurado sino simplemente adecentado en su exterior. Esperemos que en próximos trabajos podamos anunciar que se ha hecho una excavación arqueológica en condiciones a la vez que una restauración adecuada.
- Mariano Guillén; “Mazarrón 1900”; “Un siglo en la historia de Mazarrón (1462-1572)”; “Crónica ilustrada de Mazarrón”.
- Arqueología y diseño Web S.L: “Informe de la intervención arqueológica en el Castillo de los Vélez. Mazarrón. 2001.
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